viernes, mayo 03, 2013

RAZONES POR LAS CUALES CHILE DEBERIA CEDER UN PUERTO SOBERANO A BOLIVIA


por: CÁSTULO MARTÍNEZ
Bolivia nació con un litoral soberano, y aunque Chile le reconoció oficialmente sólo una franja de dicho litoral, que, en mi opinión, es la porción más valiosa por las riquezas que ha entregado y sigue entregando a Chile, tales como: guano, salitre, plata, cobre y otras sustancias del suelo. Es cierto que el gobierno de Bolivia cedió a Chile su litoral al firmar el Tratado de 1904, pero lo firmó resignado, pues no tenía otro camino ni alternativa. O entregaba al vencedor su litoral cuajado de riquezas naturales, o seguía oprimido bajo el ya insoportable peso del "Pacto de Tregua de 1884" que tenía al país anémico y exangüe. Así que las autoridades bolivianas firmaron, entregando su valioso litoral, y recuperaron el control de sus aduanas fronterizas y, de pasada, recuperaron su dignidad. El Tratado de 1904, tanto por su contenido como por la forma en que se consiguió la renuente firma del gobierno boliviano, es una ignominia. Pero la cancillería chilena hizo esta increíble declaración el 28 de marzo de 1963:

"Yo debo declarar enfáticamente que el Tratado de Paz de 1904, libremente negociado por las Partes, firmado 24 años después de concluidas las hostilidades con Bolivia, libremente ratificado por ese país, y que tiene ya casi 60 años de vigencia [en 1963], es intangible". En la actualidad, a comienzos del siglo XXI, aún persiste esta situación anómala de que un país debe resignarse a que un país vecino lo haya dejado condenado a una eterna mediterraneidad. Por consiguiente, yo sostengo que es de toda justicia y altruismo que Chile entre en negociaciones serias con Bolivia para encontrar una solución que permita a Bolivia regresar soberanamente a una pequeña porción del valiosísimo litoral propio que tuvo en el pasado. Hay más de una razón para eso, y aquí enumero algunas:

1. Por razones arqueológicas. Bolivia tiene derecho a, por lo menos, una salida soberana al  litoral que actualmente forma parte del territorio chileno, porque toda la evidencia arqueológica encontrada muestra que desde el río Loa hasta el límite sur del despoblado de Atacama, el antiguo Alto Perú (hoy Bolivia) tuvo allí presencia soberana desde los inicios del Imperio Incaico, o sea, en alguna fecha dentro del siglo XI de nuestra era. "Entre los pueblos prehispánicos que prosperaron en Chile se destacan por el brillo de su cultura los atacameños. Habitaron los valles de las cordilleras de Tarapacá y Antofagasta, la Puna de Atacama y las actuales provincias argentinas limítrofes. Su cultura alcanzó el apogeo hacia los siglos IX y XI de nuestra era, entre la aparición de la cultura de Tiahuanaco y el Imperio Incásico. Los atacameños vivían de la agricultura, la ganadería (crianza de llamas) y la pesca. Hilaban y tejían la lana de sus ganados, trabajaban las minas, y su metalurgia producía un bronce casi tan duro como el acero... La cultura atacameña tenía ya caracteres propios hace más de dos mil años. En el curso de su evolución se advierten las influencias de las culturas Proto-Nazca y de Chavín de Huantar. Parece que su esplendor máximo está cerca del de la civilización de Tiahuanaco. Después de este período, aún se advierte la influencia chincha y diaguita. Separados por ochenta leguas de desierto, en las provincias de Atacama y Coquimbo se había asentado, en época imprecisa, una rama de los diaguitas calchaquíes, que después se ha llamado diaguita chilena" (Encina-Castedo, Resumen de la Historia de Chile, Empresa Editora Zig-Zag, S. A.: Santiago de Chile, abril de 1979), Tomo 1, pp. 12, 14. Duodécima edición.

Los pueblos antecesores de los chilenos propiamente tal, se encontraban aproximadamente desde Copiapó hacia el sur pasando por Bío-Bío y  más allá aún. De Copiapó hacia el norte no había chilenos ni sus antecesores. ¿Quiénes había?: "En el momento de la conquista de Chile por los Incas (1425), Atacama, con su litoral, estaba secularmente habitado por una vieja cultura y por indios de razas altoperuanas. Vestigios de esa cultura se encuentran en tumbas y chulpares y en los restos de alfarería y otros descubrimientos por modernos arqueólogos así como en escrituras jeroglíficas talladas en roca. Los indios atacameños se incorporaron a los ejércitos del Inca Yupanqui y llegaron hasta el Maule (Chile). Posteriormente cooperaron a la conquista de Chile por los españoles... Por tanto, no es cierto, como sostiene [Tomás] Guevara, que los indígenas chilenos fueron en tiempos un pueblo único y homogéneo que poblaba todo el país desde Tacna y Arica hasta Chiloé. Eso es forzar mucho la teoría de la chilenidad.... Los indios chilenos vivían muy al sur del desierto de Atacama (Bío-Bío al sur), los indios de cultura aimara-quechua vivían dentro de la costa y al éste del desierto (hasta Copayapu, Copiapó). Los changos de la costa eran descendientes de los Urus. Con referencia a éstos, dice el mismo autorizado tratadista Esteve Barba: 'Posteriormente, los incas, al dominar la altiplanicie boliviana, enviaron además otra  nueva porción de Urus a la costa chilena en concepto de trasplantados o mitimaes. Llamábanlos los incas --dice Cuneo Vidal-- "camanchacos". Los habitantes de la costa eran, por tanto, de origen altiplánico" (Manuel Frontaura Argandoña, El Litoral de Bolivia, H. Municipalidad de La Paz: La Paz, Bolivia, 1968), pp. 26, 27, 28.

De modo que la arqueología corrobora que el área comprendida desde el río Loa hasta el límite sur del despoblado de Atacama fue habitado soberanamente por antepasados del pueblo boliviano, su legítimo propietario. En contraste, los chilenos ni siquiera existían en esa área. Los primitivos habitantes de Chile se ubicaban a partir del actual Copiapó hacia el sur "hasta Nueva Shetland del sur en latitud 65º sur", como declaró don Bernardo O'Higgins.

2. Por razones históricas. La segunda razón para que Chile se allane a ceder a Bolivia una salida propia al Océano Pacífico es su derecho histórico al territorio y mar que ahora forma parte del territorio chileno. La historia apoya a Bolivia total y completamente.

Un antiguo escritor chileno nos entrega la siguiente información:

"Extendido el Imperio [Inca] hacia el norte y oriente y hacia el sur, por el territorio de Tucumán, determinó pues Yupanqui subyugar este país de Chilli [Chile], que se extendía a lo largo de la costa del  mar del sur, y para llegar al cual era preciso atravesar un gran desierto. Por el año 1425 movió sus tropas al territorio de Atacama, última provincia de sus dominios por  esa parte (Carlos María Sayago, El Litoral de Bolivia, Imprenta 'El Atacama': Copiapó, Chile, 1874), capítulo 1.


Sir Clements Robert Markham (1830-1916) explorador, botánico, escritor, historiador, geógrafo inglés y presidente de la Real Sociedad Geográfica a fines del siglo XIX, estaba bien preparado para escribir sobre el tema de los límites originales de los tres países involucrados en la infausta guerra de 1879. Él dijo: "Al declararse independientes las diversas repúblicas sudamericanas, fijaron los límites de sus respectivos territorios, de común acuerdo, con arreglo al uti possidetis de 1810, vale decir que los límites que en aquella sazón separaban a las diversas colonias españolas, adoptáronse para deslindar a las nuevas repúblicas. Según aquel principio [el uti possidetis], los linderos de la provincia boliviana de Atacama en la costa del Pacífico, rayan por un lado con la extremidad meridional del Perú y por el otro, con el extremo septentrional de Chile, linderos ambos que habían sido claramente definidos antes del citado año de 1810. El límite peruano, que corresponde a la provincia de Tarapacá, principia en la costa, cerca de Tocopilla, a los 22º 33 sur y pasa sobre la quebrada del Duende hasta el río Loa. Fue cuidadosamente trazado en 1628 y aún se conserva en documentos contemporáneos el  recuerdo de los hitos limítrofes. El límite norte de4 Chile fijose en un lugar denominado el Paposo, a los 25º 2' sur.

"En 1776, al crearse el virreinato de Buenos Aires, se dispuso que la provincia de Charcas se incorporase a aquél. Afirmose entonces que los límites de Charcas [la Bolivia de hoy] eran bien conocidos y estaban definidos en la Ley 9ª, de la Recopilación de Indias (Título 15, Libro II). Declarábase allí que la provincia costeña de Atacama se extendía hasta la primera localidad chilena habitada del Paposo, lindero que aparece asimismo en las descripciones oficiales hechas por el Dr. Cosme Bueno... Los chilenos aceptaron tácitamente aquel lindero. En su mapa oficial, que ilustra la obra de Claudio Gay, Chile concluye en el Paposo... En el mapa oficial de Bolivia (1859) del Coronel Ondaza, se fija exactamente el mencionado límite en el Paposo. Se ve, por consiguiente, que los límites entre Chile y Bolivia, según el uti possidetis de 1810, quedaban al sur de los 25º sur, y que esto era reconocido, por implicación, incluso por parte de los propios chilenos" (Sir Clements Markham, La Guerra Entre el Perú y Chile, capítulo 1, 1883).

El siguiente testimonio pertenece al historiador venezolano Jacinto López (1864-1942): "Sin objeción alguna por el gobierno de Chile, Bolivia  había ejercido jurisdicción en Mejillones antes del mensaje presidencial chileno de 1842, y había otorgado concesiones para la explotación del guano en aquella región. En 1841 había otorgado título sobre las guaneras Angamos y Orejas del Mar al francés Domingo Letrille, descubridor de las covaderas de Mejillones. Este concesionario exportó guano a Europa hasta 1842, en que el gobierno de Bolivia negoció la exportación de todas las covaderas con una sociedad inglesa. En el mismo año de 1841, la barca chilena Kumena, porque cargaba guano de Orejas del Mar sin licencia, fue apresada por las autoridades bolivianas del puerto La Mar" (Jacinto López, Historia de la Guerra del Guano y el Salitre, Editorial Universo S.A.: Lima, Perú, 1980), pp. 19-20. Obra publicada originalmente en 1931por otro editor).

También es pertinente e instructivo añadir, para finalizar esta sección, el testimonio de Tomás Caivano, periodista e historiador italiano, quien, al momento de los acontecimientos bélicos, era Cónsul de Italia en el Callao, Perú: "El desierto de Atacama es un territorio unido e indivisible. En toda su larga extensión de cuatro grados astronómicos no hay un solo río, barranco, canal o línea aparente alguna que pueda servir como señal divisoria. Dicho territorio no posee más que dos miserables riachuelos en sus extremos: el río Loa al Norte, y el río Salado o Paposo al Sur. El Loa, donde comienza el desierto, sirve de frontera entre Perú y Bolivia; y el Paposo o Salado, donde el desierto termina, constituyó siempre, indisputablemente, hasta 1842 la línea divisoria entre Bolivia y Chile; es decir, la misma línea de fronteras que, durante la denominación española, separaba el  Virreinato del Perú y la Capitanía General de Chile.... El río Salado, o Paposo, fue por consiguiente, sin duda alguna, la línea de fronteras fijada por la España a sus colonias del Perú y Chile hasta 1810, cuyo statu quo constituye el uti possidetis adoptados por las repúblicas americanas. Esto es tan evidente que la misma República de Chile fue la primera en reconocer tal orden de cosas en la Constitución fundamental del Estado, desde su primera aparición en la vida autónoma de Nación libre e independiente.

"La primera Constitución de la República de Chile, del año 1822, dice así: 'El territorio de Chile conoce por límites naturales, al Sur el Cabo de Hornos; al Norte el despoblado de Atacama'.

"Segunda Constitución del año 1823: 'El territorio de Chile comprende desde Cabo de Hornos hasta el desierto de Atacama'.

"En el Informe de la Comisión que redactó la Constitución de 1828, se dice: 'La Nación chilena se extiende en un vasto territorio limitado al norte por el desierto de Atacama'.
La Constitución vigente de 1833, dice: 'El territorio de Chile se extiende desde el desierto de Atacama hasta el Cabo de Hornos'.

"En su no envidiable carácter de desierto, por sí mismo inhabitable, el de Atacama no fue considerado hasta 1842 más que como un pedazo de tierra  maldecida de la cual todo el mundo se apresuraba a huir. En toda su vasta extensión de varios grados geográficos no contenía más que cinco miserables aldeas, dos en el así llamado Atacama Alto, Calama y Chíu-Chíu, y tres en el Atacama Bajo que descendía hacia el mar: Cobija, Tocopilla y Mejillones, situadas en las pequeñas bahías del mismo nombre. Antofagasta y Cara coles se formaron después. La República de Bolivia ejerció en esta comarca sin contraste alguno hasta 1842, todos aquellos actos de jurisdicción que eran posibles sobre un territorio en su mayor parte deshabitado; y la autoridad boliviana de San Pedro de Atacama (antiguamente San Francisco), pueblo situado sobre un afluyente del Loa y capital de la provincia de Atacama, tenía bajo su jurisdicción a Calama, Chíu-Chíu y todo el territorio de Atacama Alto; al mismo tiempo que de la otra autoridad boliviana de Cobija dependían Tocopilla , Mejillones y todo el Atacama Bajo. Así que la posesión del desierto (este único signo externo de propiedad), no fue tenida hasta 1842 sino por Bolivia únicamente" (Tomás Caivano, Historia de la Guerra de América entre Chile, Perú y Bolivia, Librería, Editora, Importadora y Distribuidora Lima S. A.: Lima, Perú, 1979), tomo 1, pp. 20-21. Publicado originalmente en italiano en 1883, en Florencia, Italia.

Estos testimonios, y varios otros, no hacen más que respaldar las cédulas reales de la corona española, así como los estudios de geólogos de prestigio, que confirman que Bolivia ejercía jurisdicción libre y soberana sobre las riquezas del litoral de su propiedad. También podemos observar que desde el río Loa hasta el límite sur del desierto de Atacama los chilenos brillaban por su ausencia. ¿Por qué no se mencionan? Simplemente, porque en esa zona del norte nunca hubo chilenos; y sus antecesores se hallaban desde Copiapó hacia el sur hasta Chiloé. Las autoridades chilenas, en octubre de 1842, extendieron su territorio por el norte hasta el paralelo 23, no porque tuvieran respaldo oficial o histórico, sino por su interés en los depósitos de guano, salitre y minerales de plata de esa zona. Ningún documento emanado de la corona española, ni ningún apoyo del uti possidetis respaldaba legalmente las pretensiones chilenas de la época. Obviamente, la ocupación chilena de esa zona fue una usurpación de territorio ajeno. Razón de más para que las autoridades se sientan responsables de corregir esta situación, cediendo a Bolivia una salida soberana al mar por el litoral actualmente chileno.

3. Por justicia. Por decoro y por razones de justicia, Chile debería corregir el atropello cometido en el pasado en contra de Bolivia al haber despojado a ese país de su litoral. Un pueblo completo tullido desde hace ya más de 100 años clama por que se le devuelva al menos una porción del litoral que poseía soberanamente hasta antes de la Guerra del Pacífico. Este pueblo tiene derecho a, por lo menos, una parte del litoral que poseía. Si nuestro país no accede a su demanda marítima, ¿entonces, quién? ¿Qué nación va a cederles una salida soberana al mar? Es cierto que ha habido Presidentes de Chile dispuestos a solucionar esta más que centenaria injusticia, pero, por una u otra razón, no se ha podido concretar. Es obvio que ninguna nación va a ceder parte de su litoral a Bolivia de manera soberana, porque ninguna otra nación detenta actualmente el litoral que Bolivia poseía. Fue Chile quien despojó a Bolivia, con coacción, de su litoral que, como mínimo, se extendía desde el río Loa hasta la desembocadura de la bahía de Mejillones. Así que a Chile le correspondería corregir esta injusticia. Don Carlos Vicuña Fuentes (1886-1977), era abogado, escritor y profesor de latín, castellano, francés, literatura española; además, en la Escuela de Leyes sirvió las cátedras de Derecho Romano y Filosofía del Derecho. En unos de sus muchos libros que escribió, encontré estos pensamientos relacionados con el destino final de Tacna y Arica y la situación marítima de Bolivia. El autor escribió esto en 1921, cuando aún no se resolvía el problema con el Perú, lo cual se logró cuando Chile y Perú firmaron en Lima el tratado del 3 de junio de 1929; así que aquí sólo transcribiré lo que él dijo respecto al encierro terrestre de Bolivia y el concepto del autor sobre la naturaleza de lo que se entiende por justicia:

"Hay que situar convenientemente el problema, el cual consiste en que la clausura internacional de Bolivia perturba profundamente la armonía y amenaza eternamente la paz en esta parte del continente americano. En consecuencia, la solución del problema debe ser tal que desaparezca de modo profundo y definitivo el fenómeno perturbador, lo que sólo pasará cuando... cese la clausura terrestre de Bolivia. Esta solución es, a mi juicio, válida cualquiera que sea el régimen social que prevalezca en el mundo, porque las diferentes formas de organización no cambian fundamentalmente ni los sentimientos profundos de los pueblos ni sus intereses regionales; de modo que si el proletariado llega a enseñorearse del Gobierno del planeta, lo que es ciertamente un fenómeno fatal de la evolución histórica, tendrá él por delante el mismo problema y se verá imprescindiblemente arrastrado a la misma solución.

"La justicia, según Aristóteles, parece más bien consistir en la bondad que en la verdad; pero no nos vayamos tan lejos, hablando un lenguaje incomprensible para el rebaño burgués, y quedémonos en la idea vulgar de justicia patrocinada por Justiniano; la constante y perpetua voluntad de dar a cada cual lo suyo. La justicia es, pues, un espíritu de honradez, que está muchas veces por encima aún de la letra misma de la ley, y que obliga a dar a los demás lo que les pertenece por la ley, por el contrato, por la historia, por la tradición, por las circunstancias o por la producción... La codicia no existe en el pueblo, y sí sólo en los dirigentes rapaces; pero el orgullo es el fondo mismo de nuestra raza; queremos dominar... porque sí; porque Chile es Chile, y contra él no puede prevalecer ni justicia ni razón. Este sentimiento bravío y montaraz no puede subsistir en los trascendentales momentos de solidaridad universal que estamos viviendo.

"Hay, pues, un deber de los individuos y pueblos de despertar la conciencia moral, sacudir la  vida mediocre y seguir noblemente los ideales. Éste es el deber de Chile: convencerse primero de que su conducta con [Bolivia] es pérfida, injusta y egoísta, reparar noblemente los errores cometidos y seguir incansablemente la senda del ideal. Sólo así podrá reemplazar los sofismas metafísicos que lo ahogan por una filosofía clara, cierta y orgánica, y sólo así podrá aspirar a tener en su seno la justicia, que está olvidada no solamente en los tribunales, sino en las almas, "Ojalá esta advertencia sea escuchada y los hombres de estado se apresuren a resolver dignamente los problemas internacionales pendientes" (Carlos Vicuña Fuentes, La Libertad de Opinar y el Problema de Tacna y Arica, Imprenta, Litografía y Encuadernación Selecta: Santiago de Chile, 1921), pp. 317, 318, 320, 321, 323, 325. Añadir algo más a las palabras del profesor Vicuña Fuentes, sería descender de lo sublime a lo trivial.

4. Por un tratado no cumplido. Efectivamente, el 18 de mayo de 1895 Chile y Bolivia firmaron el Tratado de Transferencia de Territorios, en virtud del cual Chile se comprometía a ceder a Bolivia cualquier territorio que recibiera como resultado de un plebiscito que nuestro país tenía pendiente con el Perú, o si los obtuviera por otros medios. El plebiscito nunca se realizó; pero, en cambio, el asunto se dirimió por  medio del Tratado del 3 de junio de 1929, cuyo artículo 2º estipulaba: "El territorio de Tacna y Arica será dividido en dos partes, Tacna para el Perú y Arica para Chile". De los 24.000 km2 en disputa, Perú recuperó 8.600, más la zona de Tarata; Chile retenía el sector restante, equivalente a 15.300 km2. Una vez que Chile tomó posesión de la provincia de Arica, debería haber cedido Arica a  Bolivia, en cumplimiento de este tratado de 1895; pero nunca lo hizo. Por el contrario, las autoridades chilenas pertinentes idearon un plan para no cumplir su compromiso de transferir a Bolivia la provincia peruana adquirida, en este caso, Arica, y, al mismo tiempo, quedarse con el litoral  boliviano que hasta ese momento mantenía cautivo en virtud del Pacto de Tregua de 1884. En primer lugar, se escogió el hombre más apto e idóneo para llevar a cabo este plan: don Abraham König Velásquez. Él era un hombre inteligente y culto; abogado, periodista, autor de varios estudios literarios, y fue cuatro veces diputado; también fue Ministro de Guerra y Marina, y auditor de guerra en 1887. Era, en fin, el hombre preciso para la difícil misión que le encargó el gobierno. ¿Cuál misión? Pues, ir a Bolivia a comunicar al gobierno boliviano que Chile ha decidido no cumplir con el tratado de transferencia de territorios, pero que, de todas maneras, ellos deberían ceder su litoral a Chile. Esta entrega de su litoral debería quedar protocolizada en un tratado de paz y amistad, cuyo borrador llevaba el Ministro König en su maletín junto con las breves, pero precisas instrucciones que le dio su jefe, el Ministro de Relaciones Exteriores, señor Rafael Errázuriz Urmeneta. Estas instrucciones se encuentran al final del capítulo 7 de este libro. Así que el incumplimiento de este tratado y los medios coactivos con que se obtuvo la firma boliviana para el tratado de 1904, es de por sí una muy buena razón para que mi país remedie al menos en parte la injusticia de haber privado al pueblo boliviano de su litoral, y sin compensación digna alguna.

5. Por un cargo de conciencia. Aunque los países no tienen cargo de conciencia, siempre existe la posibilidad que algunas autoridades gubernamentales o líderes sociales reflexionen sobre la situación en que ha quedado Bolivia como resultado de la Guerra del Pacífico. Que estas autoridades y líderes procuren visualizar la escena. Bolivia nació con litoral propio, como ya se ha demostrado hasta la saciedad, y de pronto entra en litigio con un grupo de inversionistas ingleses y norteamericanos, y algunos chilenos, porque la empresa comercial a la que estos inversionistas pertenecían se negó a pagar un impuesto insignificante de 10  centavos por cada quintal de salitre exportado. Lo de los 10 centavos sólo fue un pretexto, lo cual quedó al descubierto cuando las autoridades chilenas, dueñas ya del litoral, le subieron ese impuesto a la compañía anglo-chilena: "El 12.09.1879 fue publicada la ley gravando con 40 cts. El quintal métrico de salitre exportado, exceptuando el elaborado0 al sur del paralelo 24, vale decir, a las nacientes salitreras de Taltal, Cachinal de la Sierra y Aguas Blancas. Sólo afectó a la Compañía. Trece meses después era sustituido por otro impuesto ascendente a $ 1.60 por cada cien kilos exportados. También se gravó la exportación de yodo, subproducto que la Compañía elaboraba, con éxito, desde 1879. De nuevo quedaron exceptuadas las salitreras del Sur. La tributación era agobiadora" (Manuel Ravest Mora, La Compañía Salitrera y la Ocupación de Antofagasta 1878-1879, Editorial Andrés Bello: Santiago de Chile, 1983), p. 201.

A pesar del fuerte aumento del impuesto, de $0.10 a $1.60 por quintal de salitre exportado, que aplicó el Gobierno de Chile a la compañía salitrera, ésta ni chistó. No hubo escándalo ni protesta notarial, etc. Chile no fue a la guerra por defender a una empresa comercial a la que el gobierno boliviano le estaba cobrando ese pequeño impuesto; el motivo para ir a la guerra era apoderarse del litoral peruano y del litoral boliviano, tal como el Ministro de Relaciones Exteriores de Chile lo expresó claramente, cuando dijo que "el territorio salitrero de Antofagasta y el territorio salitrero de Tarapacá, fueron la causa real y directa de la guerra" (José Manuel Balmaceda, Ministro de Relaciones Exteriores, Memoria de Relaciones Exteriores de Chile, 1882), p. 53. Y no debe pasarse por alto el hecho de que Chile, poco antes del estallido de la guerra del 79, estaba en muy mala situación económica; pero gracias a las riquezas del litoral boliviano --por el que Chile desembolsó una ridícula suma de dinero en libras esterlinas-- el país salió de su deplorable situación financiera. En cambio, el enriquecimiento en Chile, debido al salitre del suelo boliviano, hacía que los beneficiados cayeran en extravagancias que sólo el dinero en abundancia puede dar: "El chorro de oro, abundante y aparentemente interminable, que el salitre dio a Chile, debe dividirse en dos: el recaudo por la vía del tributo fue a las arcas fiscales, y que hombres como don Enrique Salvador Sanfuentes y don Pedro Montt cautelaron con la austeridad de los bellos días de Chile; y el que se volcó sobre la actividad y la riqueza privada. El primero sirvió para montar en Chile uno de los más fabulosos programas de obras públicas de que tiene recuerdos el continente hispano-americano. Y el segundo, para corromper sistemáticamente la generación chilena que vivió y se educó a la sombra del salitre. Las casas de Santiago y Valparaíso compitieron en lujo con las de París. Los viajes espectaculares, los palacios en Francia y España, las joyas y los coches, los grandes espectáculos de ópera y teatro, todo revistió un esplendor que no es fácil describir en dos palabras. Un ansia de bienestar y de lujo ganó a la sociedad. Sólo contadas personas permanecieron al margen de esta orgía económica" (Mario Barros, Historia Diplomática de Chile).

En la actualidad, una de esas riquezas es el cobre, principalmente el que se halla en la mina de Chuquicamata. El malogrado Presidente de Chile, don Salvador Allende Gossens, denominó a la riqueza del cobre como "el sueldo de Chile", ¡y con razón! "La Mina Chuquicamata Subterránea es un proyecto estructural y estratégico que representa parte importante del futuro de Codelco y que consiste en la transformación del tajo abierto más grande del mundo en una gigante operación subterránea que permitirá explotar parte de los recursos que quedarán bajo el actual yacimiento, el que -tras haber entregado riqueza a Chile por casi 100 años- dejará de ser rentable dentro de la próxima década. Bajo el rajo se han cuantificado cerca de 1.700 millones de toneladas en reservas de mineral de cobre (ley 0,7%) y molibdeno (502 ppm), que representan más de 60% de lo explotado en los últimos 90 años. La opción técnica y económica aconseja explotar esas reservas a través de la construcción de una mina subterránea, que será una de las más grandes, modernas y eficientes del mundo. El proyecto considera la explotación por medio de macro bloques, con el proceso de extracción “block caving”, en una mina subterránea que comprende cuatro niveles de producción; un túnel de acceso principal de 7,5 kilómetros; cinco rampas de inyección de aire limpio, y dos piques de extracción de aire, entre muchas otras obras. Asimismo, prevé una tasa de producción en régimen de 140.000 toneladas de mineral por día (tpd), lo que significará una producción de 340.000 toneladas de cobre fino y más de 18.000 toneladas de molibdeno fino al año". (http://www.codelco.cl/mina-chuquicamata-subterranea/prontus_codelco/2011-07-06/103025.html)

De este modo, el cobre que se halla en Chuquicamata (y en otros sitios recientemente descubiertos), dentro del litoral que Bolivia poseía soberanamente, y que tuvo que traspasar a  Chile, vencedor de la Guerra del Pacífico Sur, hace un considerable aporte al Estado chileno. Por encima del Tratado de 1904, y de gabelas burocráticas, por encima de sentimientos patrioteros, tomando en cuenta los inmensos beneficios que ha obtenido el Estado chileno por más de 100 años, ¿no podrían nuestras autoridades trabajar en una agenda de negociaciones con representantes bolivianos para que ese país pueda tener al menos una porción  del litoral que poseyó alguna vez? Ese sería un gesto noble que pondría fin a una más que centenaria injusticia que  nuestro país cometió en contra de Bolivia hace más de 100 años. Una solución así sería también beneficiosa para el pueblo chileno, sobre todo en la zona norte del país.

6. Por mutua conveniencia. Cuando Chile se decida ceder a Bolivia una salida al mar, por medio de negociaciones que consulten los intereses de ambas naciones, sus efectos repercutirán también en beneficio del pueblo chileno, específicamente para la deprimida zona norte, donde la lucha por sobrevivir ante las limitadas opciones de empleo y otras condiciones adversas, es constante y parece ir en una progresiva decadencia. En términos prácticos, esta salida al mar sólo podría ser "entre la Línea de la Concordia y el límite del radio urbano de la ciudad de Arica", tal como se propuso en el Oficio Nº 686 del 19 de diciembre de 1975 que nuestra cancillería envió al Embajador extraordinario y Plenipotenciario de Bolivia. Es obvio que las autoridades chilenas exigirían una compensación de parte de Bolivia si este proyecto se lleva a cabo. Un noble autor chileno se refirió precisamente a este punto:

"Bolivia no tiene razón jurídica alguna para reclamar de Chile un puerto en el Pacífico, circunstancia por la cual se allanará fácilmente a grandes compensaciones para conseguir su anhelada salida al mar. Si lo estadistas de Chile no cometen el error grosero de exigir de Bolivia, en compensación, pedazos de su propio suelo nacional, como ya lo han pretendido muchos de los abogados mediocres que repetidas veces han ofrecido a Bolivia a nombre de Chile, la cesión a ella de Tacna y Arica, es posible encontrar otras compensaciones, quizás de mucho más valor económico y social. Así, por ejemplo, se ha descubierto y comprobado que con aguas del lago Titicaca, traídas por territorio de Bolivia, puede regarse satisfactoriamente, con un costo aproximado de cien millones de pesos, una buena parte de la provincia de Antofagasta, la cual, regada, acrecentaría su valor en varios miles de millones. Bolivia, seguramente, a cambio de un puerto en el Pacífico, permitiría la aducción de las aguas del Titicaca. Y así como esta compensación, la mente fecunda de los estadistas burgueses puede encontrar muchas otras" (Carlos Vicuña Fuentes, La libertad de opinar y el problema de Tacna y Arica, p. 326.

El señor Vicuña Fuentes escribió esto en 1921, cuando el Tratado vigente entre Chile y Perú era el Tratado de Ancón de 1883; así que todavía no existía el Protocolo Complementario que facultaba a Perú para decidir si estaba de acuerdo o no en que Chile cediera a Bolivia una salida al mar por Arica. Cuando tuvo este derecho, que le otorgaba el Tratado de 1929, lo usó para rechazar esa posibilidad. Y desde entonces quedó claro que Perú siempre se opondrá a que Bolivia tenga una salida al mar por Arica. El autor de dicho Protocolo fue el canciller chileno don Conrado Ríos Gallardo; y según sus propias palabras, le costó mucho convencer al Presidente peruano, don Augusto B. Leguía, para que aceptara que se incluyera este Protocolo en  el Tratado de 1929. Él dijo: "No crean que fue fácil esta empresa... no se logró convencer sin esfuerzo al Presidente Leguía de que la aceptara". Así que ahora le correspondería a las autoridades gubernamentales chilenas deshacer este entuerto.

Con respecto a la sugerencia de arreglo propuesta por el señor Vicuña Fuentes, en que Chile podía pedir, como compensación, el uso de las aguas del lago Titicaca, hay que entender que la realidad de aquel entonces no es la misma que tenemos en nuestros días. Actualmente, Bolivia no puede hacer uso de esas aguas sin la venia del Perú. Pero el autor dejó en claro que la suya era tan sólo una de las varias propuestas que se podrían manejar. Encontrar otra alternativa de compensación no sería difícil para "la mente fecunda de los estadistas burgueses" de Chile, tal como lo han hecho en el pasado. Tan sólo para ilustrar, todos los tratados y pactos que Chile y Bolivia han firmado en la historia diplomática de ambos países, fueron redactados por mano chilena, al menos en sus puntos esenciales. Considere lo siguiente:

El Tratado de 1866 fue redactado por el representante chileno en La Paz, señor Aniceto Vergara Albano. En una carta pública, el General Marino Melgarejo reveló esto: "La Paz, octubre 1 de 1866. Sr. Don R. Muñoz Cabrera. Mi estimado amigo: He sabido con sentimiento que Ud. ha promovido una polémica por la prensa, atribuyéndose la redacción del Tratado entre Chile y Bolivia. En honor de la verdad, todo, o en su mayor parte, es obra del Sr. Vergara Albano".

El Tratado de 1874 fue redactado completamente por el Encargado de Negocios de Chile ante La Paz, señor Carlos Walker Martínez, excepto algunas observaciones secundarias hechas por su interlocutor, el Ministro Mariano Baptista. El señor Walker Martínez escribió: "En nuestras primeras conferencias el Ministro aceptó las bases generales del proyecto de tratado que yo le presenté. Discutimos, sin embargo, detenidamente sobre las disposiciones de algunos de sus artículos que eran más cuestiones de detalle que de fondo; pero, por lo que toca al conjunto de mis propuestas, a los puntos principales, tales como la indemnización de Bolivia a Chile, liberación de derechos a los productos naturales de Chile por parte de Bolivia de no alterar los impuestos por cierto espacio de tiempo, etc. El señor Baptista estuvo completamente de acuerdo conmigo" (Carlos Walker Martínez, Páginas de un viaje a través de América del Sur), pp. 221, 222.

El Pacto de Tregua de 1884 "redactado personalmente por el presidente chileno [don Domingo Santa María González], le tocó en suerte a Aniceto Vergara Albano suscribirlo a nombre de Chile" (Oscar Espinosa Moraga, Bolivia y el Mar 1810-1964, Editorial Nascimento: Santiago de Chile, 1965), p. 257.

El Tratado de Paz de 1904 fue sin duda redactado en la cancillería chilena. La siguiente información confirma esto: "Al hacerse cargo de la cancillería, [Emilio] Bello Codesido encontró cuatro borradores de tratados: uno de Paz, Amistad y Comercio; otro de Construcción de Ferrocarril; un tercero de Liquidación de Créditos; y un cuarto, de Intercambio Comercial, que su antecesor no había alcanzado a firmar por desacuerdo de detalles. Salvadas las pequeñas divergencias, los refundió en un solo tratado, que firmó como ministro dimisionario el 20 de octubre de 1904" (Francisco Antonio Encina, Las Relaciones Entre Chile y Bolivia, 1841-1963, Editorial Nascimento: Santiago de Chile, 1963), p. 253.

Lo mismo dice una fuente boliviana: "Cuando en el año 1895 se quiso arreglar amistosamente las cuestiones emergentes de la guerra del Pacífico, territoriales, comerciales y de indemnización, los tratados respectivos no fueron propuestos por Bolivia. Ellos se redactaron en Chile por la Cancillería y Bolivia se limitó a aceptarlos" (Respuesta de la Cancillería Boliviana al Ministro de Chile, don Abraham König. 15 de octubre de 1900, La Paz, Bolivia).


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