Bolivia nació con un litoral soberano, y
aunque Chile le reconoció oficialmente sólo una franja de dicho litoral, que,
en mi opinión, es la porción más valiosa por las riquezas que ha entregado y
sigue entregando a Chile, tales como: guano, salitre, plata, cobre y otras
sustancias del suelo. Es cierto que el gobierno de Bolivia cedió a Chile su
litoral al firmar el Tratado de 1904, pero lo firmó resignado, pues no tenía
otro camino ni alternativa. O entregaba al vencedor su litoral cuajado de
riquezas naturales, o seguía oprimido bajo el ya insoportable peso del
"Pacto de Tregua de 1884" que tenía al país anémico y exangüe. Así
que las autoridades bolivianas firmaron, entregando su valioso litoral, y
recuperaron el control de sus aduanas fronterizas y, de pasada, recuperaron su
dignidad. El Tratado de 1904, tanto por su contenido como por la forma en que
se consiguió la renuente firma del gobierno boliviano, es una ignominia. Pero
la cancillería chilena hizo esta increíble declaración el 28 de marzo de 1963:
"Yo debo declarar enfáticamente que el
Tratado de Paz de 1904, libremente negociado por las Partes, firmado 24 años
después de concluidas las hostilidades con Bolivia, libremente ratificado
por ese país, y que tiene ya casi 60 años de vigencia [en 1963], es
intangible". En la actualidad, a comienzos del siglo XXI, aún persiste
esta situación anómala de que un país debe resignarse a que un país vecino lo
haya dejado condenado a una eterna mediterraneidad. Por consiguiente, yo
sostengo que es de toda justicia y altruismo que Chile entre en negociaciones
serias con Bolivia para encontrar una solución que permita a Bolivia regresar
soberanamente a una pequeña porción del valiosísimo litoral propio que tuvo en
el pasado. Hay más de una razón para eso, y aquí enumero algunas:
1. Por razones arqueológicas. Bolivia tiene derecho a, por lo menos, una salida
soberana al litoral que actualmente forma parte del territorio chileno,
porque toda la evidencia arqueológica encontrada muestra que desde el río Loa
hasta el límite sur del despoblado de Atacama, el antiguo Alto Perú (hoy
Bolivia) tuvo allí presencia soberana desde los inicios del Imperio Incaico, o
sea, en alguna fecha dentro del siglo XI de nuestra era. "Entre los
pueblos prehispánicos que prosperaron en Chile se destacan por el brillo de su
cultura los atacameños. Habitaron los valles de las cordilleras de Tarapacá y
Antofagasta, la Puna de Atacama y las actuales provincias argentinas
limítrofes. Su cultura alcanzó el apogeo hacia los siglos IX y XI de nuestra
era, entre la aparición de la cultura de Tiahuanaco y el Imperio Incásico. Los
atacameños vivían de la agricultura, la ganadería (crianza de llamas) y la
pesca. Hilaban y tejían la lana de sus ganados, trabajaban las minas, y su
metalurgia producía un bronce casi tan duro como el acero... La cultura
atacameña tenía ya caracteres propios hace más de dos mil años. En el curso de
su evolución se advierten las influencias de las culturas Proto-Nazca y de
Chavín de Huantar. Parece que su esplendor máximo está cerca del de la
civilización de Tiahuanaco. Después de este período, aún se advierte la
influencia chincha y diaguita. Separados por ochenta leguas de desierto, en las
provincias de Atacama y Coquimbo se había asentado, en época imprecisa, una rama
de los diaguitas calchaquíes, que después se ha llamado diaguita chilena"
(Encina-Castedo, Resumen de la Historia de Chile, Empresa Editora
Zig-Zag, S. A.: Santiago de Chile, abril de 1979), Tomo 1, pp. 12, 14.
Duodécima edición.
Los pueblos antecesores de los chilenos
propiamente tal, se encontraban aproximadamente desde Copiapó hacia el sur
pasando por Bío-Bío y más allá aún. De Copiapó
hacia el norte no había chilenos ni sus antecesores. ¿Quiénes había?: "En
el momento de la conquista de Chile por los Incas (1425), Atacama, con su
litoral, estaba secularmente habitado por una vieja cultura y por indios de
razas altoperuanas. Vestigios de esa cultura se encuentran en tumbas y
chulpares y en los restos de alfarería y otros descubrimientos por modernos
arqueólogos así como en escrituras jeroglíficas talladas en roca. Los indios
atacameños se incorporaron a los ejércitos del Inca Yupanqui y llegaron hasta
el Maule (Chile). Posteriormente cooperaron a la conquista de Chile por los
españoles... Por tanto, no es cierto, como sostiene [Tomás] Guevara, que los
indígenas chilenos fueron en tiempos un pueblo único y homogéneo que poblaba
todo el país desde Tacna y Arica hasta Chiloé. Eso es forzar mucho la teoría de
la chilenidad.... Los indios chilenos vivían muy al sur del desierto de Atacama
(Bío-Bío al sur), los indios de cultura aimara-quechua vivían dentro de la
costa y al éste del desierto (hasta Copayapu, Copiapó). Los changos de la costa
eran descendientes de los Urus. Con referencia a éstos, dice el mismo
autorizado tratadista Esteve Barba: 'Posteriormente, los incas, al dominar la
altiplanicie boliviana, enviaron además otra nueva porción de Urus a la
costa chilena en concepto de trasplantados o mitimaes. Llamábanlos los incas
--dice Cuneo Vidal-- "camanchacos". Los habitantes de la costa eran,
por tanto, de origen altiplánico" (Manuel Frontaura Argandoña, El
Litoral de Bolivia, H. Municipalidad de La Paz: La Paz, Bolivia, 1968), pp.
26, 27, 28.
De modo que la arqueología corrobora que el
área comprendida desde el río Loa hasta el límite sur del despoblado de Atacama
fue habitado soberanamente por antepasados del pueblo boliviano, su legítimo
propietario. En contraste, los chilenos ni siquiera existían en esa área. Los
primitivos habitantes de Chile se ubicaban a partir del actual Copiapó hacia el
sur "hasta Nueva Shetland del sur en latitud 65º sur", como declaró
don Bernardo O'Higgins.
2. Por razones históricas. La segunda razón para que Chile se allane a ceder a
Bolivia una salida propia al Océano Pacífico es su derecho histórico al
territorio y mar que ahora forma parte del territorio chileno. La historia
apoya a Bolivia total y completamente.
Un antiguo escritor chileno nos entrega la
siguiente información:
"Extendido el Imperio [Inca] hacia el
norte y oriente y hacia el sur, por el territorio de Tucumán, determinó pues
Yupanqui subyugar este país de Chilli [Chile], que se extendía a lo largo de la
costa del mar del sur, y para llegar al cual era preciso atravesar un
gran desierto. Por el año 1425 movió sus tropas al territorio de Atacama,
última provincia de sus dominios por esa parte (Carlos María Sayago, El
Litoral de Bolivia, Imprenta 'El Atacama': Copiapó, Chile, 1874),
capítulo 1.
Sir Clements Robert Markham (1830-1916) explorador, botánico, escritor, historiador, geógrafo inglés y presidente de la Real Sociedad Geográfica a fines del siglo XIX, estaba bien preparado para escribir sobre el tema de
los límites originales de los tres países involucrados en la infausta guerra de
1879. Él dijo: "Al declararse independientes las diversas repúblicas
sudamericanas, fijaron los límites de sus respectivos territorios, de común
acuerdo, con arreglo al uti possidetis de 1810, vale decir que los
límites que en aquella sazón separaban a las diversas colonias españolas,
adoptáronse para deslindar a las nuevas repúblicas. Según aquel principio [el uti
possidetis], los linderos de la provincia boliviana de Atacama en la costa
del Pacífico, rayan por un lado con la extremidad meridional del Perú y por el
otro, con el extremo septentrional de Chile, linderos ambos que habían sido
claramente definidos antes del citado año de 1810. El límite peruano, que
corresponde a la provincia de Tarapacá, principia en la costa, cerca de
Tocopilla, a los 22º 33 sur y pasa sobre la quebrada del Duende hasta el río
Loa. Fue cuidadosamente trazado en 1628 y aún se conserva en documentos
contemporáneos el recuerdo de los hitos
limítrofes. El límite norte de4 Chile fijose en un lugar denominado el Paposo,
a los 25º 2' sur.
"En 1776, al crearse el virreinato de
Buenos Aires, se dispuso que la provincia de Charcas se incorporase a aquél.
Afirmose entonces que los límites de Charcas [la Bolivia de hoy] eran bien
conocidos y estaban definidos en la Ley 9ª, de la Recopilación de Indias
(Título 15, Libro II). Declarábase allí que la provincia costeña de Atacama se
extendía hasta la primera localidad chilena habitada del Paposo, lindero que
aparece asimismo en las descripciones oficiales hechas por el Dr. Cosme
Bueno... Los chilenos aceptaron tácitamente aquel lindero. En su mapa oficial,
que ilustra la obra de Claudio Gay, Chile concluye en el Paposo... En el mapa
oficial de Bolivia (1859) del Coronel Ondaza, se fija exactamente el mencionado
límite en el Paposo. Se ve, por consiguiente, que los límites entre Chile y
Bolivia, según el uti possidetis de 1810, quedaban al sur de los 25º sur, y que
esto era reconocido, por implicación, incluso por parte de los propios
chilenos" (Sir Clements Markham, La Guerra Entre el Perú y Chile,
capítulo 1, 1883).
El siguiente testimonio pertenece al
historiador venezolano Jacinto López (1864-1942): "Sin objeción alguna por
el gobierno de Chile, Bolivia había ejercido jurisdicción en Mejillones
antes del mensaje presidencial chileno de 1842, y había otorgado concesiones
para la explotación del guano en aquella región. En 1841 había otorgado título
sobre las guaneras Angamos y Orejas del Mar al francés
Domingo Letrille, descubridor de las covaderas de Mejillones. Este
concesionario exportó guano a Europa hasta 1842, en que el gobierno de Bolivia
negoció la exportación de todas las covaderas con una sociedad inglesa. En el
mismo año de 1841, la barca chilena Kumena, porque cargaba guano de
Orejas del Mar sin licencia, fue apresada por las autoridades bolivianas del
puerto La Mar" (Jacinto López, Historia de la Guerra del Guano y
el Salitre, Editorial Universo S.A.: Lima, Perú, 1980), pp. 19-20. Obra
publicada originalmente en 1931por otro editor).
También es pertinente e instructivo añadir,
para finalizar esta sección, el testimonio de Tomás Caivano, periodista e
historiador italiano, quien, al momento de los acontecimientos bélicos, era
Cónsul de Italia en el Callao, Perú: "El desierto de Atacama es un
territorio unido e indivisible. En toda su larga extensión de cuatro grados
astronómicos no hay un solo río, barranco, canal o línea aparente alguna que
pueda servir como señal divisoria. Dicho territorio no posee más que dos
miserables riachuelos en sus extremos: el río Loa al Norte, y el río Salado o
Paposo al Sur. El Loa, donde comienza el desierto, sirve de frontera entre Perú
y Bolivia; y el Paposo o Salado, donde el desierto termina, constituyó siempre,
indisputablemente, hasta 1842 la línea divisoria entre Bolivia y Chile; es
decir, la misma línea de fronteras que, durante la denominación española,
separaba el Virreinato del Perú y la Capitanía General de Chile.... El
río Salado, o Paposo, fue por consiguiente, sin duda alguna, la línea de fronteras
fijada por la España a sus colonias del Perú y Chile hasta 1810, cuyo statu
quo constituye el uti possidetis adoptados por las
repúblicas americanas. Esto es tan evidente que la misma República de Chile fue
la primera en reconocer tal orden de cosas en la Constitución fundamental del
Estado, desde su primera aparición en la vida autónoma de Nación libre e
independiente.
"La primera Constitución de la República
de Chile, del año 1822, dice así: 'El territorio de Chile conoce por límites
naturales, al Sur el Cabo de Hornos; al Norte el despoblado de Atacama'.
"Segunda Constitución del año 1823: 'El
territorio de Chile comprende desde Cabo de Hornos hasta el desierto de
Atacama'.
"En el Informe de la Comisión que
redactó la Constitución de 1828, se dice: 'La Nación chilena se extiende en un
vasto territorio limitado al norte por el desierto de Atacama'.
La Constitución vigente de 1833, dice: 'El
territorio de Chile se extiende desde el desierto de Atacama hasta el Cabo de
Hornos'.
"En su no envidiable carácter de
desierto, por sí mismo inhabitable, el de Atacama no fue considerado hasta 1842
más que como un pedazo de tierra maldecida de la cual todo el mundo se
apresuraba a huir. En toda su vasta extensión de varios grados geográficos no
contenía más que cinco miserables aldeas, dos en el así llamado Atacama Alto,
Calama y Chíu-Chíu, y tres en el Atacama Bajo que descendía hacia el mar:
Cobija, Tocopilla y Mejillones, situadas en las pequeñas bahías del mismo
nombre. Antofagasta y Cara coles se formaron después. La República de Bolivia
ejerció en esta comarca sin contraste alguno hasta 1842, todos aquellos actos
de jurisdicción que eran posibles sobre un territorio en su mayor parte
deshabitado; y la autoridad boliviana de San Pedro de Atacama (antiguamente San
Francisco), pueblo situado sobre un afluyente del Loa y capital de la provincia
de Atacama, tenía bajo su jurisdicción a Calama, Chíu-Chíu y todo el territorio
de Atacama Alto; al mismo tiempo que de la otra autoridad boliviana de Cobija
dependían Tocopilla , Mejillones y todo el Atacama Bajo. Así que la posesión
del desierto (este único signo externo de propiedad), no fue tenida hasta 1842
sino por Bolivia únicamente" (Tomás Caivano, Historia de la Guerra de
América entre Chile, Perú y Bolivia, Librería, Editora, Importadora y
Distribuidora Lima S. A.: Lima, Perú, 1979), tomo 1, pp. 20-21. Publicado
originalmente en italiano en 1883, en Florencia, Italia.
Estos testimonios, y varios otros, no hacen
más que respaldar las cédulas reales de la corona española, así como los
estudios de geólogos de prestigio, que confirman que Bolivia ejercía
jurisdicción libre y soberana sobre las riquezas del litoral de su propiedad.
También podemos observar que desde el río Loa hasta el límite sur del desierto
de Atacama los chilenos brillaban por su ausencia. ¿Por qué no se mencionan?
Simplemente, porque en esa zona del norte nunca hubo chilenos; y sus
antecesores se hallaban desde Copiapó hacia el sur hasta Chiloé. Las
autoridades chilenas, en octubre de 1842, extendieron su territorio por el
norte hasta el paralelo 23, no porque tuvieran respaldo oficial o histórico,
sino por su interés en los depósitos de guano, salitre y minerales de plata de
esa zona. Ningún documento emanado de la corona española, ni ningún apoyo del uti
possidetis respaldaba legalmente las pretensiones chilenas de la época.
Obviamente, la ocupación chilena de esa zona fue una usurpación de territorio
ajeno. Razón de más para que las autoridades se sientan responsables de
corregir esta situación, cediendo a Bolivia una salida soberana al mar por el
litoral actualmente chileno.
3. Por justicia. Por
decoro y por razones de justicia, Chile debería corregir el atropello cometido
en el pasado en contra de Bolivia al haber despojado a ese país de su litoral.
Un pueblo completo tullido desde hace ya más de 100 años clama por que se le
devuelva al menos una porción del litoral que poseía soberanamente hasta antes
de la Guerra del Pacífico. Este pueblo tiene derecho a, por lo menos, una parte
del litoral que poseía. Si nuestro país no accede a su demanda marítima,
¿entonces, quién? ¿Qué nación va a cederles una salida soberana al mar? Es
cierto que ha habido Presidentes de Chile dispuestos a solucionar esta más que
centenaria injusticia, pero, por una u otra razón, no se ha podido concretar. Es
obvio que ninguna nación va a ceder parte de su litoral a Bolivia de manera
soberana, porque ninguna otra nación detenta actualmente el litoral que Bolivia
poseía. Fue Chile quien despojó a Bolivia, con coacción, de su litoral que,
como mínimo, se extendía desde el río Loa hasta la desembocadura de la bahía de
Mejillones. Así que a Chile le correspondería corregir esta injusticia. Don
Carlos Vicuña Fuentes (1886-1977), era abogado, escritor y profesor de latín,
castellano, francés, literatura española; además, en la Escuela de Leyes sirvió
las cátedras de Derecho Romano y Filosofía del Derecho. En unos de sus muchos
libros que escribió, encontré estos pensamientos relacionados con el destino
final de Tacna y Arica y la situación marítima de Bolivia. El autor escribió
esto en 1921, cuando aún no se resolvía el problema con el Perú, lo cual se
logró cuando Chile y Perú firmaron en Lima el tratado del 3 de junio de 1929;
así que aquí sólo transcribiré lo que él dijo respecto al encierro terrestre de
Bolivia y el concepto del autor sobre la naturaleza de lo que se entiende por
justicia:
"Hay que situar convenientemente el
problema, el cual consiste en que la clausura internacional de Bolivia perturba
profundamente la armonía y amenaza eternamente la paz en esta parte del
continente americano. En consecuencia, la solución del problema debe ser tal
que desaparezca de modo profundo y definitivo el fenómeno perturbador, lo que
sólo pasará cuando... cese la clausura terrestre de Bolivia. Esta solución es,
a mi juicio, válida cualquiera que sea el régimen social que prevalezca en el
mundo, porque las diferentes formas de organización no cambian fundamentalmente
ni los sentimientos profundos de los pueblos ni sus intereses regionales; de
modo que si el proletariado llega a enseñorearse del Gobierno del planeta, lo
que es ciertamente un fenómeno fatal de la evolución histórica, tendrá él por
delante el mismo problema y se verá imprescindiblemente arrastrado a la misma
solución.
"La justicia, según Aristóteles, parece
más bien consistir en la bondad que en la verdad; pero no nos vayamos tan
lejos, hablando un lenguaje incomprensible para el rebaño burgués, y quedémonos
en la idea vulgar de justicia patrocinada por Justiniano; la constante y
perpetua voluntad de dar a cada cual lo suyo. La justicia es, pues, un espíritu
de honradez, que está muchas veces por encima aún de la letra misma de la ley,
y que obliga a dar a los demás lo que les pertenece por la ley, por el
contrato, por la historia, por la tradición, por las circunstancias o por la
producción... La codicia no existe en el pueblo, y sí sólo en los dirigentes
rapaces; pero el orgullo es el fondo mismo de nuestra raza; queremos dominar...
porque sí; porque Chile es Chile, y contra él no puede prevalecer ni justicia
ni razón. Este sentimiento bravío y montaraz no puede subsistir en los
trascendentales momentos de solidaridad universal que estamos viviendo.
"Hay, pues, un deber de los individuos y
pueblos de despertar la conciencia moral, sacudir la vida mediocre y
seguir noblemente los ideales. Éste es el deber de Chile: convencerse primero
de que su conducta con [Bolivia] es pérfida, injusta y egoísta, reparar
noblemente los errores cometidos y seguir incansablemente la senda del ideal.
Sólo así podrá reemplazar los sofismas metafísicos que lo ahogan por una
filosofía clara, cierta y orgánica, y sólo así podrá aspirar a tener en su seno
la justicia, que está olvidada no solamente en los tribunales, sino en las
almas, "Ojalá esta advertencia sea escuchada y los hombres de estado se
apresuren a resolver dignamente los problemas internacionales pendientes"
(Carlos Vicuña Fuentes, La Libertad de Opinar y el Problema de Tacna y
Arica, Imprenta, Litografía y Encuadernación Selecta: Santiago de Chile,
1921), pp. 317, 318, 320, 321, 323, 325. Añadir algo más a las palabras del
profesor Vicuña Fuentes, sería descender de lo sublime a lo trivial.
4. Por un tratado no cumplido. Efectivamente, el 18 de mayo de 1895 Chile y Bolivia
firmaron el Tratado de Transferencia de Territorios, en virtud del cual Chile
se comprometía a ceder a Bolivia cualquier territorio que recibiera como
resultado de un plebiscito que nuestro país tenía pendiente con el Perú, o si
los obtuviera por otros medios. El plebiscito nunca se realizó; pero, en cambio,
el asunto se dirimió por medio del
Tratado del 3 de junio de 1929, cuyo artículo 2º estipulaba: "El
territorio de Tacna y Arica será dividido en dos partes, Tacna para el Perú y
Arica para Chile". De los 24.000 km2 en disputa, Perú recuperó 8.600, más
la zona de Tarata; Chile retenía el sector restante, equivalente a 15.300 km2. Una
vez que Chile tomó posesión de la provincia de Arica, debería haber cedido
Arica a Bolivia, en cumplimiento de este tratado de 1895; pero nunca lo
hizo. Por el contrario, las autoridades chilenas pertinentes idearon un plan
para no cumplir su compromiso de transferir a Bolivia la provincia peruana
adquirida, en este caso, Arica, y, al mismo tiempo, quedarse con el litoral boliviano que hasta ese momento mantenía
cautivo en virtud del Pacto de Tregua de 1884. En primer lugar, se escogió el
hombre más apto e idóneo para llevar a cabo este plan: don Abraham König
Velásquez. Él era un hombre inteligente y culto; abogado, periodista, autor de
varios estudios literarios, y fue cuatro veces diputado; también fue Ministro de
Guerra y Marina, y auditor de guerra en 1887. Era, en fin, el hombre preciso
para la difícil misión que le encargó el gobierno. ¿Cuál misión? Pues, ir a
Bolivia a comunicar al gobierno boliviano que Chile ha decidido no cumplir con
el tratado de transferencia de territorios, pero que, de todas maneras, ellos
deberían ceder su litoral a Chile. Esta entrega de su litoral debería quedar
protocolizada en un tratado de paz y amistad, cuyo borrador llevaba el Ministro
König en su maletín junto con las breves, pero precisas instrucciones que le
dio su jefe, el Ministro de Relaciones Exteriores, señor Rafael Errázuriz
Urmeneta. Estas instrucciones se encuentran al final del capítulo 7 de este libro.
Así que el incumplimiento de este tratado y los medios coactivos con que se
obtuvo la firma boliviana para el tratado de 1904, es de por sí una muy buena
razón para que mi país remedie al menos en parte la injusticia de haber privado
al pueblo boliviano de su litoral, y sin compensación digna alguna.
5. Por un cargo de conciencia. Aunque los países no tienen cargo de conciencia, siempre
existe la posibilidad que algunas autoridades gubernamentales o líderes
sociales reflexionen sobre la situación en que ha quedado Bolivia como
resultado de la Guerra del Pacífico. Que estas autoridades y líderes procuren
visualizar la escena. Bolivia nació con litoral propio, como ya se ha
demostrado hasta la saciedad, y de pronto entra en litigio con un grupo de
inversionistas ingleses y norteamericanos, y algunos chilenos, porque la
empresa comercial a la que estos inversionistas pertenecían se negó a pagar un
impuesto insignificante de 10 centavos por cada quintal de salitre
exportado. Lo de los 10 centavos sólo fue un pretexto, lo cual quedó al
descubierto cuando las autoridades chilenas, dueñas ya del litoral, le subieron
ese impuesto a la compañía anglo-chilena: "El 12.09.1879 fue publicada la
ley gravando con 40 cts. El quintal métrico de salitre exportado, exceptuando
el elaborado0 al sur del paralelo 24, vale decir, a las nacientes salitreras de
Taltal, Cachinal de la Sierra y Aguas Blancas. Sólo afectó a la Compañía. Trece
meses después era sustituido por otro impuesto ascendente a $ 1.60 por cada
cien kilos exportados. También se gravó la exportación de yodo, subproducto que
la Compañía elaboraba, con éxito, desde 1879. De nuevo quedaron exceptuadas las
salitreras del Sur. La tributación era agobiadora" (Manuel Ravest Mora, La
Compañía Salitrera y la Ocupación de Antofagasta 1878-1879, Editorial
Andrés Bello: Santiago de Chile, 1983), p. 201.
A pesar del fuerte aumento del impuesto, de
$0.10 a $1.60 por quintal de salitre exportado, que aplicó el Gobierno de Chile
a la compañía salitrera, ésta ni chistó. No hubo escándalo ni protesta
notarial, etc. Chile no fue a la guerra por defender a una empresa comercial a
la que el gobierno boliviano le estaba cobrando ese pequeño impuesto; el motivo
para ir a la guerra era apoderarse del litoral peruano y del litoral boliviano,
tal como el Ministro de Relaciones Exteriores de Chile lo expresó claramente,
cuando dijo que "el territorio salitrero de Antofagasta y el territorio
salitrero de Tarapacá, fueron la causa real y directa de la guerra" (José
Manuel Balmaceda, Ministro de Relaciones Exteriores, Memoria de Relaciones
Exteriores de Chile, 1882), p. 53. Y no debe pasarse por alto el hecho de
que Chile, poco antes del estallido de la guerra del 79, estaba en muy mala
situación económica; pero gracias a las riquezas del litoral boliviano --por el
que Chile desembolsó una ridícula suma de dinero en libras esterlinas-- el país
salió de su deplorable situación financiera. En cambio, el enriquecimiento en
Chile, debido al salitre del suelo boliviano, hacía que los beneficiados
cayeran en extravagancias que sólo el dinero en abundancia puede dar: "El
chorro de oro, abundante y aparentemente interminable, que el salitre dio a
Chile, debe dividirse en dos: el recaudo por la vía del tributo fue a las arcas
fiscales, y que hombres como don Enrique Salvador Sanfuentes y don Pedro Montt
cautelaron con la austeridad de los bellos días de Chile; y el que se volcó
sobre la actividad y la riqueza privada. El primero sirvió para montar en Chile
uno de los más fabulosos programas de obras públicas de que tiene recuerdos el
continente hispano-americano. Y el segundo, para corromper sistemáticamente la
generación chilena que vivió y se educó a la sombra del salitre. Las casas de
Santiago y Valparaíso compitieron en lujo con las de París. Los viajes
espectaculares, los palacios en Francia y España, las joyas y los coches, los
grandes espectáculos de ópera y teatro, todo revistió un esplendor que no es
fácil describir en dos palabras. Un ansia de bienestar y de lujo ganó a la
sociedad. Sólo contadas personas permanecieron al margen de esta orgía
económica" (Mario Barros, Historia Diplomática de Chile).
En la actualidad, una de esas riquezas es el
cobre, principalmente el que se halla en la mina de Chuquicamata. El malogrado
Presidente de Chile, don Salvador Allende Gossens, denominó a la riqueza del
cobre como "el sueldo de Chile", ¡y con razón! "La Mina
Chuquicamata Subterránea es un proyecto estructural y estratégico que
representa parte importante del futuro de Codelco y que consiste en la
transformación del tajo abierto más grande del mundo en una gigante operación
subterránea que permitirá explotar parte de los recursos que quedarán bajo el
actual yacimiento, el que -tras haber entregado riqueza a Chile por casi 100
años- dejará de ser rentable dentro de la próxima década. Bajo el rajo se han
cuantificado cerca de 1.700 millones de toneladas en reservas de mineral de
cobre (ley 0,7%) y molibdeno (502 ppm), que representan más de 60% de lo
explotado en los últimos 90 años. La opción técnica y económica aconseja
explotar esas reservas a través de la construcción de una mina subterránea, que
será una de las más grandes, modernas y eficientes del mundo. El proyecto
considera la explotación por medio de macro bloques, con el proceso de
extracción “block caving”, en una mina subterránea que comprende cuatro niveles
de producción; un túnel de acceso principal de 7,5 kilómetros; cinco rampas de
inyección de aire limpio, y dos piques de extracción de aire, entre muchas
otras obras. Asimismo, prevé una tasa de producción en régimen de 140.000
toneladas de mineral por día (tpd), lo que significará una producción de
340.000 toneladas de cobre fino y más de 18.000 toneladas de molibdeno fino al
año". (http://www.codelco.cl/mina-chuquicamata-subterranea/prontus_codelco/2011-07-06/103025.html)
De este modo, el cobre que se halla en
Chuquicamata (y en otros sitios recientemente descubiertos), dentro del litoral
que Bolivia poseía soberanamente, y que tuvo que traspasar a Chile,
vencedor de la Guerra del Pacífico Sur, hace un considerable aporte al Estado
chileno. Por encima del Tratado de 1904, y de gabelas burocráticas, por encima
de sentimientos patrioteros, tomando en cuenta los inmensos beneficios que ha
obtenido el Estado chileno por más de 100 años, ¿no podrían nuestras
autoridades trabajar en una agenda de negociaciones con representantes
bolivianos para que ese país pueda tener al menos una porción del litoral
que poseyó alguna vez? Ese sería un gesto noble que pondría fin a una más que
centenaria injusticia que nuestro país cometió en contra de Bolivia hace
más de 100 años. Una solución así sería también beneficiosa para el pueblo
chileno, sobre todo en la zona norte del país.
6. Por mutua conveniencia. Cuando Chile se decida ceder a Bolivia una salida al mar,
por medio de negociaciones que consulten los intereses de ambas naciones, sus
efectos repercutirán también en beneficio del pueblo chileno, específicamente
para la deprimida zona norte, donde la lucha por sobrevivir ante las limitadas
opciones de empleo y otras condiciones adversas, es constante y parece ir en
una progresiva decadencia. En términos prácticos, esta salida al mar sólo
podría ser "entre la Línea de la Concordia y el límite del radio urbano de
la ciudad de Arica", tal como se propuso en el Oficio Nº 686 del 19 de
diciembre de 1975 que nuestra cancillería envió al Embajador extraordinario y
Plenipotenciario de Bolivia. Es obvio que las autoridades chilenas exigirían
una compensación de parte de Bolivia si este proyecto se lleva a cabo. Un noble
autor chileno se refirió precisamente a este punto:
"Bolivia no tiene razón jurídica alguna
para reclamar de Chile un puerto en el Pacífico, circunstancia por la cual se
allanará fácilmente a grandes compensaciones para conseguir su anhelada salida
al mar. Si lo estadistas de Chile no cometen el error grosero de exigir de
Bolivia, en compensación, pedazos de su propio suelo nacional, como ya lo han
pretendido muchos de los abogados mediocres que repetidas veces han ofrecido a
Bolivia a nombre de Chile, la cesión a ella de Tacna y Arica, es posible
encontrar otras compensaciones, quizás de mucho más valor económico y social.
Así, por ejemplo, se ha descubierto y comprobado que con aguas del lago
Titicaca, traídas por territorio de Bolivia, puede regarse satisfactoriamente,
con un costo aproximado de cien millones de pesos, una buena parte de la
provincia de Antofagasta, la cual, regada, acrecentaría su valor en varios
miles de millones. Bolivia, seguramente, a cambio de un puerto en el Pacífico,
permitiría la aducción de las aguas del Titicaca. Y así como esta compensación,
la mente fecunda de los estadistas burgueses puede encontrar muchas otras"
(Carlos Vicuña Fuentes, La libertad de opinar y el problema de Tacna y
Arica, p. 326.
El señor Vicuña Fuentes escribió esto en
1921, cuando el Tratado vigente entre Chile y Perú era el Tratado de Ancón de
1883; así que todavía no existía el Protocolo Complementario que facultaba a
Perú para decidir si estaba de acuerdo o no en que Chile cediera a Bolivia una
salida al mar por Arica. Cuando tuvo este derecho, que le otorgaba el Tratado
de 1929, lo usó para rechazar esa posibilidad. Y desde entonces quedó claro que
Perú siempre se opondrá a que Bolivia tenga una salida al mar por Arica. El
autor de dicho Protocolo fue el canciller chileno don Conrado Ríos Gallardo; y
según sus propias palabras, le costó mucho convencer al Presidente peruano, don
Augusto B. Leguía, para que aceptara que se incluyera este Protocolo en
el Tratado de 1929. Él dijo: "No crean que fue fácil esta empresa... no se
logró convencer sin esfuerzo al Presidente Leguía de que la aceptara". Así
que ahora le correspondería a las autoridades gubernamentales chilenas deshacer
este entuerto.
Con respecto a la sugerencia de arreglo
propuesta por el señor Vicuña Fuentes, en que Chile podía pedir, como
compensación, el uso de las aguas del lago Titicaca, hay que entender que la
realidad de aquel entonces no es la misma que tenemos en nuestros días.
Actualmente, Bolivia no puede hacer uso de esas aguas sin la venia del Perú.
Pero el autor dejó en claro que la suya era tan sólo una de las varias
propuestas que se podrían manejar. Encontrar otra alternativa de compensación
no sería difícil para "la mente fecunda de los estadistas burgueses"
de Chile, tal como lo han hecho en el pasado. Tan sólo para ilustrar, todos los
tratados y pactos que Chile y Bolivia han firmado en la historia diplomática de
ambos países, fueron redactados por mano chilena, al menos en sus puntos
esenciales. Considere lo siguiente:
El Tratado de 1866 fue
redactado por el representante chileno en La Paz, señor Aniceto Vergara Albano.
En una carta pública, el General Marino Melgarejo reveló esto: "La Paz,
octubre 1 de 1866. Sr. Don R. Muñoz Cabrera. Mi estimado amigo: He sabido con
sentimiento que Ud. ha promovido una polémica por la prensa, atribuyéndose la
redacción del Tratado entre Chile y Bolivia. En honor de la verdad, todo, o en
su mayor parte, es obra del Sr. Vergara Albano".
El Tratado de 1874 fue
redactado completamente por el Encargado de Negocios de Chile ante La Paz,
señor Carlos Walker Martínez, excepto algunas observaciones secundarias hechas
por su interlocutor, el Ministro Mariano Baptista. El señor Walker Martínez
escribió: "En nuestras primeras conferencias el Ministro aceptó las bases
generales del proyecto de tratado que yo le presenté. Discutimos, sin embargo,
detenidamente sobre las disposiciones de algunos de sus artículos que eran más
cuestiones de detalle que de fondo; pero, por lo que toca al conjunto de mis
propuestas, a los puntos principales, tales como la indemnización de Bolivia a
Chile, liberación de derechos a los productos naturales de Chile por parte de
Bolivia de no alterar los impuestos por cierto espacio de tiempo, etc. El señor
Baptista estuvo completamente de acuerdo conmigo" (Carlos Walker Martínez, Páginas
de un viaje a través de América del Sur), pp. 221, 222.
El Pacto de Tregua de 1884 "redactado personalmente por el presidente chileno
[don Domingo Santa María González], le tocó en suerte a Aniceto Vergara Albano
suscribirlo a nombre de Chile" (Oscar Espinosa Moraga, Bolivia y
el Mar 1810-1964, Editorial Nascimento: Santiago de Chile, 1965), p. 257.
El Tratado de Paz de 1904 fue sin duda redactado en la cancillería chilena. La
siguiente información confirma esto: "Al hacerse cargo de la cancillería,
[Emilio] Bello Codesido encontró cuatro borradores de tratados: uno de Paz,
Amistad y Comercio; otro de Construcción de Ferrocarril; un tercero de
Liquidación de Créditos; y un cuarto, de Intercambio Comercial, que su
antecesor no había alcanzado a firmar por desacuerdo de detalles. Salvadas las
pequeñas divergencias, los refundió en un solo tratado, que firmó como ministro
dimisionario el 20 de octubre de 1904" (Francisco Antonio Encina, Las
Relaciones Entre Chile y Bolivia, 1841-1963, Editorial Nascimento:
Santiago de Chile, 1963), p. 253.
Lo mismo dice una fuente boliviana: "Cuando
en el año 1895 se quiso arreglar amistosamente las cuestiones emergentes de la
guerra del Pacífico, territoriales, comerciales y de indemnización, los
tratados respectivos no fueron propuestos por Bolivia. Ellos se redactaron en
Chile por la Cancillería y Bolivia se limitó a aceptarlos" (Respuesta
de la Cancillería Boliviana al Ministro de Chile, don Abraham König. 15 de octubre de 1900, La
Paz, Bolivia).
No hay comentarios:
Publicar un comentario